LA NAVIDAD Y LA CASA DE CARTÓN
Walter Montañez Vargas.
La Navidad es una fecha especial donde se refleja la cruda realidad del país. Unos pocos celebran el nacimiento de Jesús con gran comilona y mucho trago; mientras otros, ese día, pasan hambre, a pesar que el mundo es más rico que nunca (la ironía de la sociedad liberal).
El rico, de piel blanca, que vive en una mansión fastuosa, y el pobre, de piel cobriza, que habita en casa de cartón en el cerro, celebran la Navidad de diferentes maneras. Uno lo festeja con gran pompa y derroche, mientras el otro lo pasa con la mesa vacía. Sin embargo, el segundo, de consuelo tiene su televisor (artefacto infaltable) para “deleitarse” con los diversos manjares y degustarlo virtualmente.
Los ricos, después de comer opíparamente y tomar varios Champagnes “Cuvée Belle Époque” (1,000 euros cada botella), en la Noche Buena, al día siguiente, 25 de diciembre, luego de la resaca, se van a descansar a sus "casas de playa", o bien a navegar en sus “megayates privados” y refrescarse con las suaves brisas del mar. En cambio los pobres tienen que seguir trabajando (de ambulante) para poder costear su menú del comedor popular. Para ellos no existe un día feriado. Ambos personajes, por Navidad, elevan sus plegarias al niño Jesús. El primero lo hace en agradecimiento por las riquezas que posee, mientras el segundo da gracias por mantenerse aún con vida a pesar que no cuentan con los medios básico de subsistencia.
Los pobres, por no tener un trabajo formal en una empresa (la "sociedad liberal" lo viene desapareciendo), recurren al trabajo ambulatorio, trabajo informal, que lo realizan en las calles caminando: lustrando zapatos, vendiendo huevitos de codornices, ofreciendo caramelos en los carros, etc. En la Navidad lo hacen sin sobresaltos, ya que el serenazgo no le decomisa sus mercaderías (cuyo capital oscila por los S/.30.00) como lo hacen todo el año en aras del ornato público. En efecto, el alcalde de Lima cuadrada (Luís Castañeda) y de los distritos de la clase media (La Molina, Surco, Miraflores, San Isidro, Jesús María, Los Olivos, San Borja), por escuchar, constantemente, las melodías de los villancicos (canciones de Navidad) les ponen sensibles ante el drama humano que pasan los pobres. Tal es así, que en el día de la Navidad les permiten laborar en sus calles.
Pasando la navidad, como ya no se escuchan las mencionadas melodías, que les ablandaba el corazón a los alcaldes, vuelven los abusos contra los ambulantes. Los serenazgos arranchan (por no decir les roban) sus mercaderías, los apalean e insultan como si fueran viles delincuentes. Inclusive hasta llegan a perder la vida por defender su mercadería , como sucedió en San Isidro, donde un policía municipal ahorcó a uno de ellos. En esos distritos son los apestados. Ser ambulante en el Perú es ser un inmigrante en el extranjero, pues ambos son perseguidos por querer ganarse el pan de cada día honradamente. El derecho a la alimentación es un derecho humano que debe ser protegido por el Estado, pero el Estado peruano solamente se preocupa por el bienestar y tranquilidad de los pudientes. De los pobres que se preocupe Dios. Por eso los credos religiosas prometen, a los desposeídos, bienestar y tranquilidad en el cielo, siempre y cuando desprecien la vida material en la tierra. Las diversas agrupaciones religiosas acogen el proverbio de la Biblia: "Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre en el reino de Dios" (Mateo 19:24.).
Con respecto a los ricos, que viven en la abundancia, vísperas a la navidad, participan en la CARIDAD PÚBLICA (limosna) para estar tranquilo con su conciencia, pues, ellos, obtienen su fortuna de una manera injusta: pagan salarios de hambre a sus trabajadores y les hacen trabajar fuera de sus horas sin remuneración alguna, no les permiten que sus operarios formen un sindicato y reclamen así sus derecho laborales, depredan el medio ambiente sin restaurarlo (eso le generaría costos, caso las empresas mineras), buscan que el gobierno les exonere de ciertos tributos, incurren en la corrupción (Crusillac y Schütz, propietarios de dos medios televisivos), etc.
El magnate, para quedar bien consigo mismo, de una manera hipócrita, visita a los orfanatos, hospitales, asilos de ancianos, pueblos jóvenes, participa en las teletones (como la del Hogar Clínica San Juan de Dios), etc., aportando una LIMOSNA: reparte alimentos y medicina, regala ropa usada, da algún apoyo económico. Como reciprocidad, recibe halagos, bendiciones para que tenga larga vida y éxito económico en su empresa. Esto eleva el ego del millonario. Al fin y al cabo la caridad consuela, pero no resuelve la injusticia social. "Cuando doy comida a los pobres, me llaman santo. Y cuando pregunto por qué no tienen comida, me llaman comunista", manifestó, una vez, el obispo brasileño Helder Cámara.
El magnate, para quedar bien consigo mismo, de una manera hipócrita, visita a los orfanatos, hospitales, asilos de ancianos, pueblos jóvenes, participa en las teletones (como la del Hogar Clínica San Juan de Dios), etc., aportando una LIMOSNA: reparte alimentos y medicina, regala ropa usada, da algún apoyo económico. Como reciprocidad, recibe halagos, bendiciones para que tenga larga vida y éxito económico en su empresa. Esto eleva el ego del millonario. Al fin y al cabo la caridad consuela, pero no resuelve la injusticia social. "Cuando doy comida a los pobres, me llaman santo. Y cuando pregunto por qué no tienen comida, me llaman comunista", manifestó, una vez, el obispo brasileño Helder Cámara.
Por la diferencia social entre el rico y el pobre se genera el holocausto humano, que es aterrador: La ONU nos indica: “En el mundo, el número de personas que padecen hambre se ha incrementado a 854 millones de personas, de ellos más de 6 millones de niños, menores de 5 años, mueren de hambre todos los años”. Todo esto sucede por la extrema desigual distribución de la riqueza generada en los países, pues, un puñado de ricos, dueños de las empresas transnacionales, concentran el 85% de la riqueza del planeta. Ello, es permitido por el modelo neoliberal que rige la economía del mundo.
Teniendo este panorama tenebroso, de desigualdad e injusticia social, debemos de promover un mundo alternativo, sin exclusión, ni explotación, donde ningún niño en navidad se muera de hambre, el trabajador tengan un salario digno, una madre no tenga que recurrir a la caridad pública para curar a su hijo. En suma, debemos apostar por un mundo justo, solidario y convivir en armonía con la naturaleza.
Canción de Víctor Jara: La casa de cartón: